
Por Raigan Nawel
En la nación mapuche existe una filosofía de buena vida sustentada en el Itro Fill Mongen, la totalidad del equilibrio entre todas las formas de vida. En esta cosmovisión, el alcoholismo no tiene lugar: es una enfermedad ajena, impuesta y destructiva.
Sin embargo, somos justamente quienes más hemos sido estigmatizados por el dolor que genera ese vicio. La colonización no sólo despojó territorios, sino que instaló prácticas que atentaron contra nuestro espíritu colectivo.
Colonización sin derrota militar
El proceso de colonización en Wallmapu no fue consecuencia de una derrota militar. Por el contrario, las hazañas del pueblo mapuche frente a la invasión son motivo de profundo orgullo, al punto de que hoy se estudian en diversas academias militares del mundo. La dominación real provino de una estrategia más insidiosa: la inducción del alcohol en nuestras comunidades. Una táctica diseñada para debilitar lentamente el tejido familiar, romper la organización social y espiritual, y sembrar la dependencia y la desarticulación.
Esta introducción forzada del alcohol tuvo efectos devastadores: violencia, despojo, quiebre de la estructura comunitaria y pérdida del equilibrio con las fuerzas que nos sostienen. La ruptura del vínculo sagrado con los dioses de la tierra y con el proceso de protección y distribución de las abundancias nos empobreció como nación.
Estrategias de erradicación
Ya en 1936, cuando la amenaza era evidente, los apo ülmen de la Futawillimapu fueron los primeros en asumir con claridad el problema. Su diagnóstico fue directo y su propuesta radical: “Que se extirpe el consumo de alcohol desde Valdivia al sur y se expulse a los culpables que lo introdujeron”. Así lo señalaron en un manifiesto ancestral que aún hoy conserva plena vigencia. Esta declaración no solo reconocía el problema, sino que llamaba a enfrentar su raíz: la responsabilidad externa en la propagación del alcohol como herramienta de dominación.
Pese a esa historia de resistencia, hoy somos objeto de estigmatización. Se nos juzga por una herida que no es autoinfligida, sino provocada. Esa visión racista ignora el origen político y estructural del alcoholismo en nuestros territorios, y convierte a las víctimas en culpables.
Sin embargo, también existen voces dentro del propio Wallmapu que han investigado con profundidad y autocrítica esta problemática. Una de las más destacadas es la de Luz Marina Huenchucoy Millao, Magíster en Trabajo Social y Doctora en Estudios Interculturales.
Reparación desde adentro
De su trabajo surge la importante tesis titulada: “Witrapvrramal: Procesos de Reparación del Trauma Colonial y Superación del Alcoholismo en Personas Mapuche del Wall Mapu”. Este documento, de gran valor internacional, ha sido presentado en diversos escenarios académicos del mundo. En él se demuestra que la inducción del alcohol fue una estrategia aplicada también en otros pueblos originarios del planeta, siempre con los mismos fines: quebrar la resistencia espiritual y comunitaria.
En una entrevista reciente para la Radio Werken Kurruf de Wallmapu, y replicada a nivel continental a través de ALER, la doctora Huenchucoy fue clara al decir que el alcoholismo debe entenderse como una estrategia de dominación utilizada por la invasión. Su mirada no es solo denuncia: también es propuesta. Su tesis aporta elementos concretos para la superación y la sanación desde nuestras propias raíces, desde una visión mapuche del mundo que contempla la recuperación espiritual, cultural, territorial y emocional.