
Por Huenumil Caniqueo
Mientras el gobierno chileno celebra la creación del Servicio Nacional Forestal (Sernafor) como un hito institucional en la gestión forestal, desde la Nación Mapuche emergen críticas profundas: no hay planificación territorial con enfoque ancestral ni reconocimiento del ixtro fill mongen, el principio de convivencia armónica con todas las formas de vida que rige desde tiempos milenarios la relación mapuche con el territorio.
Según la ministra (s) de Agricultura, Ignacia Fernández, esta nueva institucionalidad “permitirá optimizar la respuesta para el combate de incendios, fortalecer la gestión estatal del patrimonio forestal del país e impulsar la arborización urbana”. Sin embargo, esta perspectiva centrada en la emergencia, la administración centralizada y la continuidad del monocultivo ignora las causas estructurales de la degradación ecológica que vive Wallmapu y perpetúa un modelo extractivista que ha erosionado suelos, secado esteros y destruido ecosistemas.
Una visión ancestral silenciada
Desde la Autoridad Nacional Ancestral Mapuche la evaluación es clara: Sernafor perpetúa la lógica colonial sin asumir la reparación ni la restitución territorial. Pedro Herrera, secretario ejecutivo de la Corporación Küme Ülmen, señala que “las propuestas mapuche apuntan a una planificación productiva territorial según las identidades propias y sus formas tradicionales de administración”.
Entre las prioridades planteadas por las organizaciones mapuche se encuentran:
- La recomposición de la materia orgánica destruida por el monocultivo.
- La reforestación con especies nativas para proteger los cursos de agua.
- El financiamiento de la restitución de suelos por parte de las empresas forestales antes de retirarse.
- Y el restablecimiento del vínculo con el ixtro fill mongen como base ética y espiritual de la vida.
“Cualquier inversión futura en el territorio debe considerar estos componentes de responsabilidad y reparación, si de verdad se quiere corregir las decisiones erróneas del pasado que siguen afectando a nuestras comunidades”, enfatiza Herrera.
Nuevos negocios, misma amenaza
En tanto, Javier Reinante, desde Cabrero (Frontera norte de Wallmapu), advierte sobre la mutación del modelo forestal hacia nuevas formas de ocupación: “Las forestales están cambiando su modelo de negocio. Están ocupando las tierras con proyectos que continúan degradando los suelos agrícolas y reduciendo sus espacios. En Cabrero, por ejemplo, hemos descubierto que instalarán paneles fotovoltaicos en 295 hectáreas del fundo Matte, y al otro lado del río Itata en otras 367 hectáreas. Todo eso dejará de destinarse a la producción agrícola”.
Reinante plantea que el nuevo modelo forestal debe incluir restitución de tierras para asegurar la soberanía alimentaria: “La única forma de asegurar el alimento es la restitución de tierras a las comunidades. Tiene que haber una compensación permanente cada vez que se sacrifica un espacio productivo”.
También denuncia que el modelo forestal ha extraído más de 12 mil millones de dólares de Wallmapu —fondos que se han invertido en negocios en Brasil— dejando a las comunidades sumidas en la pobreza: “Esa catástrofe económica y ecológica la podemos revertir a través de nuestras propias instituciones económicas y de una planificación que respete nuestros saberes”.
El contraste de visiones
Mientras Sernafor sigue operando desde una lógica de control centralizado, eficiencia reactiva y administración patrimonial del “bosque nacional”, la propuesta mapuche se orienta a la regeneración territorial, la soberanía alimentaria y la restauración espiritual del vínculo con la tierra.
“Esta diferencia de enfoques evidencia la necesidad de una transformación estructural en las políticas públicas. No se trata sólo de administrar mejor lo dañado, sino de reconocer la legitimidad de nuestras autoridades y principios de organización territorial”, recalca Herrera.
¿Qué distinto sería?
Si el Estado chileno considerara las propuestas mapuche no como demandas sectoriales, sino como modelos de futuro para todo el país, podríamos avanzar hacia una gestión forestal realmente sustentable, regenerativa y justa. Pero mientras prime el lucro sobre la vida, y la emergencia reemplace a la planificación con sentido territorial, las consecuencias seguirán siendo las mismas: devastación ecológica, marginación de saberes ancestrales y profundización de la crisis territorial en Wallmapu.