
Por Raigan Nawel
La desaparición de siete pescadores artesanales frente a las costas de Coronel el pasado 30 de marzo de 2025 no es, para la Nación Mapuche, un hecho aislado. La lancha Bruma, hallada días después partida en dos, es testimonio de un conflicto más profundo: la lucha por el control del territorio marítimo ancestral. Así lo sostiene el Lonko Daniel Caniullan, Autoridad Nacional Ancestral Mapuche del territorio de Guaitecas, quien lidera una ofensiva espiritual, económica y geopolítica por la restitución del mar como zona económica de Wallmapu.
«La desaparición de la Lancha Bruma reafirma que la defensa del mar debe ser una prioridad para todo habitante del Wallmapu. Es una zona sagrada, llena de vida y sustento, hoy saqueada por flotas industriales que han impuesto pobreza y dependencia en nuestras comunidades costeras», señala el lonko.
En este escenario, la Autoridad Nacional Ancestral Mapuche denuncia que la industria pesquera actúa con impunidad, mientras las instituciones del Estado chileno —la Armada, el Ministerio Público y los aparatos políticos— se mantienen en silencio o intervienen para desviar la atención. Según Caniullan, el mar se ha convertido en un territorio sin ley para las flotas industriales, las mismas que —bajo la protección de la Ley de Pesca— concentran el control de los recursos en siete familias exclusivas.
El choque que no fue accidente
Aunque la investigación judicial sigue abierta, Caniullan plantea una hipótesis clara: el buque Cobra de la empresa Blumar habría impactado intencionalmente a la Bruma, causando su hundimiento y arrastrándose por varias millas hasta quebrarla. “Los datos de posicionamiento satelital muestran que el buque pasó justo sobre el punto donde estaba anclada la lancha. La trayectoria es evidente. No fue una coincidencia, fue una embestida”, afirma.
Desde la perspectiva mapuche, este crimen no solo es un atentado contra la vida humana, sino también contra el itrofil mongen —la diversidad de la vida— y el derecho de las comunidades a habitar y resguardar el mar.
“Los tripulantes estaban descansando. Esto es parte de una práctica habitual cuando las lanchas están fondeadas esperando que repose el arte de pesca. El mar estaba en calma, pero la lancha apareció destruida. No se encontró combustible ni evidencia de naufragio accidental. El impacto fue brutal, y nadie auxilió. Eso es un crimen.”
El patrón de la impunidad
Caniullan no habla solo desde la conjetura. La historia reciente está llena de episodios similares. En diciembre de 2024, la lancha Estrella del Sur, de Valdivia, desapareció sin dejar rastro. Era una nave moderna, equipada y con tripulación experimentada. Las autoridades no ofrecieron respuestas. «La Armada tiene el control absoluto del tráfico marítimo. No pueden decir que no saben qué pasó. Si no informan, es porque no quieren», sostiene el lonko.
Según explica, las embarcaciones industriales operan con radares de alta precisión, capaces de detectar cualquier objeto en un radio de cinco a diez millas. “No ver a una lancha fondeada es improbable. Y si la ves y no haces nada, es una omisión gravísima. Pero si además la impactas, la arrastras y la dejas destruida sin avisar a nadie, eso es un crimen. Es asesinato.”
Las condiciones estructurales también agravan el problema. “Los barcos industriales deben mantenerse fuera de las 12 millas costeras. Esa zona está reservada para la pesca artesanal. Pero entran igual. Lo hacen con permiso tácito de la Armada. Las fiscalizaciones son débiles y muchos capitanes se quejan de que las embarcaciones ilegales destruyen sus artes de pesca. Lo hacen con total impunidad.”
Estado, negocios y crimen organizado
Para el lonko Caniullan, el caso de la Bruma no se puede entender sin hablar del modelo económico y político que sostiene a la industria pesquera: una red de intereses cruzados entre políticos, empresarios y funcionarios públicos que han privatizado el mar. “La industria pesquera es parte del corazón del capitalismo chileno. No son solo empresas. Son grupos económicos vinculados al financiamiento de campañas políticas, al control de los medios de comunicación y a los tribunales.”
“La Ley de Pesca fue comprada. No lo decimos nosotros: fue anulada por corrupción. Sin embargo, esas mismas empresas siguen operando, sin perder ni una cuota, sin pagar por los daños. Y cuando hay crímenes como este, presionan para que se cambie al fiscal, se pierdan los antecedentes, se silencien los testimonios. Es un aparato completo de protección.”
En este contexto, la lucha del pueblo mapuche se vuelve no solo una causa ambiental, sino una resistencia estructural contra el extractivismo del mar. “El Wallmapu Lafkenche no es una ficción. Es un territorio ancestral en disputa. Y su recuperación no será pacífica si el Estado sigue protegiendo a quienes matan y desaparecen pescadores.”
Exigir justicia, ejercer soberanía
El lonko ha sido uno de los principales impulsores en aplicar la Lafkenche, que le permita sustentar el derecho consuetudinario de las comunidades costeras al uso tradicional del borde marino. Pero insiste en que las leyes por sí solas no bastan. “si no hay justicia, si no hay reparación, entonces tenemos que ejercer soberanía. Esa es la misión de la Autoridad Nacional Ancestral Mapuche: recuperar el control del territorio para proteger a las futuras generaciones.”
En ese sentido, Caniullan hace un llamado a todos los lonko del Wallmapu a organizarse para defender el mar. “Lo que está en juego no es solo el presente. Es la continuidad de la vida, de la cultura, del itrofil mongen. Si dejamos que los mares se transformen en zonas de sacrificio, la muerte alcanzará no sólo a los pescadores, sino a todos los pueblos que habitamos este territorio.”