Los Lofche Domingo Ñancucheo y Domingo Melin han concretado un hito histórico: la restitución de tierras ocupadas por el Estado Vaticano, confiscadas y administradas por la Iglesia Católica a través de la orden capuchina en territorio mapuche. Este logro devuelve parte del territorio al Wallmapu bajo la soberanía de sus legítimos guardianes, según un Título de Merced de 1883.
La ocupación de estas tierras, primero por la misión de Boroa y luego mediante procesos de parcelación e individualización, dañó profundamente el tejido social mapuche. Este daño afectó la capacidad colectiva para proteger y administrar las riquezas y la abundancia, una responsabilidad fundamental que recae en los Pu Gvlmen, los fiscales encargados de la hacienda y la economía mapuche.
Una deuda histórica: el despojo territorial
Según el medio El Quillen, la pérdida de tierras se remonta a dos episodios principales: Llegada de la Misión de Boroa: Tras la llamada Ocupación de La Araucanía, la Iglesia Católica se instaló en territorios del lonko Domingo Ñancucheo, ignorando los deslindes naturales que marcaban el Lof Mapu y provocando un despojo territorial inicial. Manipulación del Título de Merced: En el Título de Merced N° 837, la congregación capuchina implementó corridas de cercos, creación de zanjas y asentamiento de trabajadores externos, desplazando a las comunidades y fragmentando sus tierras.
Estos actos constituyen una usurpación histórica, que dejó a las comunidades viviendo en pobreza y sin acceso a sus recursos ancestrales.
Avances hacia la restitución de tierras
El Lof Ñancucheo lideró una lucha incansable, utilizando los mecanismos vigentes para exigir justicia territorial. Finalmente, el Estado de Chile reconoció la responsabilidad histórica de la usurpación cometida por la Iglesia Católica contra el lonko Domingo Ñancucheo y sus descendientes.
Después de más de 140 años de despojo, las comunidades han alcanzado un acuerdo con la Diócesis de Villarrica. Este incluye la entrega en comodato de las tierras en cuestión, con el objetivo de garantizar su uso colectivo mientras se espera la resolución final de compra por parte de la CONADI.
“Este es un hito histórico para nuestro Lof y el pueblo mapuche. Por primera vez, la Iglesia Católica reconoce la ocupación de tierras ancestrales y da un paso hacia la restitución. Esto marca un precedente en el diálogo entre el Estado, la Iglesia y el Wallmapu,” señaló Maori Ñanco, dirigente y vocero del Lof Domingo Ñancucheo.
El papel de la Iglesia Católica en la ocupación territorial
La llegada de los misioneros capuchinos a Wallmapu data de 1848, cuando el gobierno de Manuel Bulnes solicitó al papa Pío IX el envío de religiosos para evangelizar la zona indígena. Las misiones, bajo prefectos como Ángel Vigilio de Lonigo y Alberto de Cortona, fundaron estaciones en Bajo Imperial, Queule, Toltén, Pelchuquín, Purulón y Boroa.
La evangelización se utilizó como un mecanismo de dominio cultural y territorial. A través de la educación, las escuelas misionales buscaban transformar al mapuche en una minoría que aceptara las estructuras de un Estado oficialmente católico. Este proceso se justificó como una forma de «preparar al indígena para convivir en una sociedad nueva», pero en la práctica contribuyó al despojo y la asimilación forzada.
El rol del Gvlmen en el futuro de las tierras restituidas
El retorno de estas tierras no solo es un acto de justicia histórica, sino también una oportunidad para reconstruir el tejido económico y social del Wallmapu. La administración colectiva de las tierras, bajo la guía de los Pu Gvlmen, garantizará que los recursos sean utilizados en beneficio de las comunidades, en concordancia con los principios mapuche de equilibrio y abundancia.
La restitución no es un regalo ni una concesión: es el reconocimiento de una deuda histórica. Las comunidades mapuche, lejos de buscar conflicto, han demostrado su compromiso con el diálogo como herramienta para resolver la ocupación territorial y avanzar hacia un futuro de justicia y respeto mutuo.
Por Huenumil Caniqueo