El 18 de septiembre de 1810, las familias más influyentes de Chile levantaron un cabildo abierto en Santiago, con la participación de 400 personas, según los registros del Archivo Nacional. El objetivo era establecer un gobierno que protegiera los intereses del Imperio Español en medio de las tensiones con Francia, cuyo rey, Fernando VII, había sido capturado por Napoleón Bonaparte, quien lo reemplazó con su hermano José Bonaparte, apodado despectivamente “Pepe Botella” por su afición a la bebida.
La aristocracia chilena, en aquel entonces, conformó un gobierno provisional alrededor de Santiago con figuras como Mateo de Toro y Zambrano, José Antonio Martínez de Aldunate, y Fernando Márquez de la Plata, entre otros. Aunque este gobierno se levantaba en defensa de los intereses de España, las tensiones internas y el descontento entre los «criollos» —los españoles nacidos en el continente— abrieron una oportunidad para buscar la autonomía.
Carrera y Coñoepan: Una Alianza Diplomática con los Mapuche
Uno de los lazos más importantes que se tejió durante este periodo fue la alianza entre los líderes independentistas y las jefaturas mapuche, destacando el vínculo entre José Miguel Carrera y los lonko Colipi y Coñoepan. Según el historiador mapuche Pedro Cayuqueo, “los Colipi de Lumaco abrazaron la causa emancipadora. También el lonko Venancio Coñoepan de Cholchol, quizás el más ferviente aliado de las fuerzas patriotas”.
Este vínculo no fue meramente diplomático, sino que se forjó en el campo de batalla, donde mapuche y patriotas combatieron juntos a las fuerzas realistas en Chillán y San Carlos. El respeto mutuo y la cooperación entre Carrera y los líderes mapuche quedaron sellados en una profunda amistad que trascendió la guerra. Carrera, en una carta fechada el 20 de agosto de 1816 en Filadelfia, Estados Unidos, escribió a su “amado amigo y paisano Venancio”:
“Sé constante, buen araucano, anima a tus buenos compañeros, lleva la guerra sobre esos tiranos españoles que quieren robarnos nuestras fortunas. Yo te juro que luego acabaremos con ellos y entonces pasaré a visitarte en tu malal y pasaremos juntos algunos días muy alegres”.
El Tratado de Tapihue (1825): Un Compromiso de Paz
Las relaciones diplomáticas entre el naciente estado chileno y el pueblo mapuche culminaron en un acto histórico: el Tratado de Tapihue, firmado el 6 y 7 de enero de 1825 a orillas del río Tapihue, en las actuales comunas de Cabrero y Yumbel. Este tratado, único en su tipo, estableció los términos para una convivencia pacífica y un sistema de intercambio comercial y apoyo militar entre ambas naciones. Los lonko de la época otorgaron tierras al naciente país de Chile para que pudiera subsistir y desarrollarse, en un gesto de generosidad y respeto mutuo.
Alta Traición: La Pacificación de la Araucanía
Sin embargo, las generaciones que sucedieron a aquellos primeros patriotas chilenos no mantuvieron la lealtad de sus predecesores. En 1861, bajo la presidencia de José Joaquín Pérez, se inició un proceso de expansión hacia el sur, conocido como la Pacificación de la Araucanía, que culminó en 1883 bajo el gobierno de Domingo Santa María. Este proceso, que consistió en la anexión militar del territorio al sur del río Biobío, diezmó a la población mapuche.
Aprovechando un momento de desprotección, cuando las fuerzas mapuche colaboraban con el ejército chileno en el norte, el gobierno de ese país invadió Wallmapu en un acto de traición. Así, el mismo pueblo mapuche que le había tendido la mano a Chile en su lucha por la independencia fue despojado de sus tierras y traicionado por aquellos a quienes antes había ayudado a construir una nación.
Esta historia, que comenzó con una alianza de mutua cooperación y respeto, terminó en la ocupación y destrucción de un pueblo que, en un principio, había abierto sus brazos a los desheredados de la aristocracia colonial. Una amarga lección de cómo la traición puede borrar siglos de respeto y colaboración entre naciones.
Por Raigan Nawel