Ah, la célebre «Operación Huracán», donde se supone que los mapuche éramos los malos de la película, acusados de terrorismo. ¡Qué ironía! La misma operación que, años después, se reveló como un montaje fabricado desde los propios organismos de seguridad del Estado. Pero no se preocupen, que los corruptos de cuello y corbata no han descansado ni un segundo en mantenernos entretenidos con sus escándalos.
Empecemos con el caso de Daniel Jadue, ese hombre que se presentó como el paladín de la justicia social con sus Farmacias Populares. ¿Quién iba a decir que terminaría siendo formalizado por fraude al fisco, cohecho y administración desleal? Lo más curioso es que todo esto sucedió mientras seguía siendo alcalde, administrando los recursos de Recoleta. Tal parece que su sentido de la justicia social tenía una interpretación bastante creativa cuando se trataba de manejar millones de pesos en plena pandemia.
¿Y qué decir de Kathy Barriga, la exalcaldesa de Maipú? Aunque formalizada por un caso de corrupción similar, su destino fue más benigno. No enfrentó prisión preventiva como Jadue, y uno no puede evitar preguntarse si será por esos detalles menores como no estar en funciones al momento de ser acusada. Claro, porque no es lo mismo hacer malabares con fondos públicos cuando ya no estás al mando, ¿cierto?
La guinda de la torta viene con el «Caso Convenios» y el escándalo del «Caso Audio», donde los tentáculos de la corrupción no dejan títere con cabeza. Tanto a izquierda como a derecha, los pactos y acuerdos oscuros se filtran, ya sea para asegurar contratos millonarios o para encubrir maniobras que, bajo la luz del día, no resistiría un segundo. Pero, como buen comunicador mapuche que observa este espectáculo, me pregunto: ¿Qué tan diferentes son estos casos de los viejos métodos coloniales? Parece que solo cambiaron las plumas por corbatas.
Mientras tanto, nosotros seguimos luchando por justicia y reconocimiento, con nuestras comunidades criminalizadas y nuestros líderes perseguidos. Quizás deberíamos invitar a algunos de estos alcaldes a nuestras tierras, a ver si aprenden algo sobre honestidad y transparencia, ya que parece que esos conceptos se han convertido en mitos en los salones del poder.
Pero bueno, como dicen por ahí, en Chile todo cambia para que nada cambie. Los huracanes de corrupción pasan, pero los responsables, al final, siguen tan cómodos como siempre.
Caniqueo Wenumil