Por Raigan Nawuel
Las poñi (papas) como alimento recibido generosamente desde la ñuke mapu, multiplicado gracias a una armónica sociedad laboral, hace reproducir semillas que llevó al investigador de la Universidad Austral Andrés Contreras a afirmar que el 90% de la papa consumida en el planeta surge desde Wallmapu, específicamente en la Isla de Chillvwe, Chiloé, y donde además se destaca la presencia de una guardadora de semillas como la l’amuen Yolanda Millapichun que en sus jardines Raimilla cuida, protege y reproduce más de 100 variadas distintas.
La anterior temporada de venta estuvo marcada por el alto valor de la papa. Según datos de ODEPA el precio mayorista en 2023 alcanzó un promedio de $17.732 el saco de 25 kilos, superando el 50% al precio del año anterior.
El precio alcanzado a inicios del We Tripantü , nuevo ciclo mapuche, llegó a los $28.000 la malla de 25 kilos. El ministerio de Agricultura estimó, al parecer que era demasiado alto y llevó el caso a la Fiscalía Nacional Económica que aún no se ha pronunciado sobre las pretensiones de la repartición. En paralelo, el gobierno recurrió a la importación de papas, con precios subsidiados, desde Bélgica y Países Bajos, y en el último tiempo para reducir aún más los precio, realiza importaciones desde Argentina. Ciertamente, perjudicar a los productores nacionales no es relevante para las autoridades chilenas.
Wallmapu y su gente
Las poñi producidas en Wallmapu abastecen el mercado hasta septiembre u octubre, es decir, desde el momento de la cosecha ocurrida entre marzo a mayo, sólo se puede asegurar la despensa alimenticia por 4 a 5 meses, dejando a la deriva el otro medio año que, con crisis alimentaria de por medio, agudiza el problema en el sector al incrementarse la debacle mundial en torno al sector agrícola.
Por esa razón, la protección de las unidades productivas se vuelve una responsabilidad aún más importante y hasta ahora sólo los mapunche tienen esa preocupación, donde con la recuperación de las tierras se tienen que establecer modelos de inversión que impliquen trabajar la sociedad con la ñuke mapu de forma inmediata, revitalizando los suelos, protegiendo el agua y los bosques de la especulación, el avance inmobiliario y la banca internacional.
En este contexto, lo que representa Yolanda Millapichun que, desde la Isla Lemuy ubicada tras los fiordos de Castro, en la Isla Grande de Chillüwe, cobra una tremenda importancia. En su rol como mapunche, la l’amuen se relaciona con tierra, su entorno y su gente, participando en una actividades de alta responsabilidad como guardadora de semillas poñi, eligiéndolas las mejores para luego introducirlas en la tierra, observando constantemente su proceso y luego compartiendo mediante la práctica del Trafkintu o chauke su reproducción en la población que vive en las tierras bonitas del sur en Wallmapu.